Hace unos días por la mañana mientras me dirigía hacia el trabajo, me llamó la atención que en una calzada bastante transitada podía observarse un perro en lo alto de un local comercial parado, viendo el movimiento vehicular (o mejor dicho la falta del mismo), parecía que vigilaba el tránsito, solo giraba la cabeza de un lado a otro mientras muchos conductores desesperados sonaban las bocinas, se escuchaba también el silbato de agentes de la Policía Municipal, que casualmente ese día tenían un operativo para motocicletas muy cerca, y eventualmente se escuchaban las sirenas de ambulancias, ya que en dicha calzada queda un Hospital de Accidentes.
Seguramente para este amiguito es usual escuchar día a día por horas el tránsito de la ciudad. Para los conductores resulta incómodo estar en medio de esta fuente de ruido, y no lo digo solo porque sí, estaba investigando y una calle bulliciosa tiene un registro de 120 dB (incluyendo las ambulancias que transitan frecuentemente), medición que ya se clasifica como umbral tóxico de ruido. Supuestamente el estar expuesto por un período de una hora a un nivel de sonido de 105dB puede provocar daños al oído. Ahora se comprende porque resulta tan estresante el conducir por la mañana y por la tarde, si nuestros tiempos de traslado usualmente son de más de una hora.

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